viernes, 28 de diciembre de 2012

Una carta para el futuro


Sucede que buscaba un par de cuentos que había escrito en el bachiller: entre un mar de archivos volví a re-encontrarme con aquellas cartas que le dedicaba a una persona que vivía a lado de la preparatoria donde estudié. En uno de tantos arrebatos textuales, escribí agradecido por las veces que ella podía tolerarme. No la feché, pero creo que lo escribí en la navidad del 2003.

Recuerdo que me pedía que dejara de amarla tanto como lo hacía. Las misma idea que hoy tienen para mí. ¿Por qué será que siempre termino sintiéndome culpable de amar de la manera que lo hago?

Ya una vez coloqué en blog algunas cartas entre nosotros, pero no recuerdo como fue que la nombré. En esta ocasión, sustituí su nombre por su inicial, a fin de guardar la privacidad. A continuación el texto íntegro:

***

         Hola, F, ¿Cómo has estado?, espero que te encuentres bien. También espero que el frío invernal no mitigue tu cálida morada. Espero que no sientas la soledad en tu vida, y no se por que escribo esto, siento la necesidad irrevocable de hacerlo, y aún espero, que no te sientas mal por lo que a veces escribo, que mis letras en su ruidosa e inesperada entrada no despierten tu frágil sueño.
          Algunas veces excedo en decir, o escribir lo que pienso (como en este caso) pero mi conciencia aguarda mucho tiempo, y se acumula como el magma se acumula dentro de un volcán, y truena, es por eso que escribo.
          Escribo, no tratando de herir, escribo tratando de enmendar, por que no soy lo que escribo, unas veces valiente, otras más débilmente y algunas otras sonriente.
          Te escribo no para hacer daño, solo para hablar de lo dañado, y reparar el daño (aunque algunas veces lo vuelva a dañar). No te escribo sin pensar lo que escribo, te escribo solo cuando es necesario (o ¿Será Cuándo lo necesito?), ¡tú dime!. Si alguna ves te dañé más (y se que a sido varias veces) te ruego que me perdones, si es que puedes perdonarme.
          No te escribo para mi beneficio, te escribo en nombre de la amistad. Ahora te agradezco todo lo que no te he agradecido: primeramente GRACIAS por ser mi AMIGA, gracias por escucharme (o leerme), gracias por tu tiempo dedicado a mi, gracias por; una, dos, tres, tarjetas, una hecha por tu arte, otra por navidad, otra por una  navidad, que para mi fue oscura y eso, tu carta y los pingüinos que juntos alzaban un esplendoroso árbol navideño, fue lo único que me iluminaba, gracias por el sweater del intercambio pasado, gracias por agradecerme, y gracias por invitarme a tus cumpleaños, y gracias por venir al mío, y finalmente gracias por ser tu. GRACIAS a Dios que me permitió conocerte.
Te extraña y te quiere;
Quino

PD. Mi forma particular de dañar a una persona es amándola.
***

       

Quino

Derechos Reservados © 2012; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Soneto de la dulce queja


Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Federico García Lorca (1898 – 1936)

Foto: Anónimo


lunes, 10 de diciembre de 2012

Diciembre 10, mes 12



            
Porque si con la pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede la razón.

Juana de Asbaje

Dice Sabina que “amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño”. Tengo amor y estoy ciego, pero ¿le hago daño? Quién podría responder sino ella o un observador externo. En los últimos días, hace dos semanas, su implacable actitud para hacerme entrar “en razón”, me dejó herido. Sin embargo, ella misma fue quien me hizo sentir bien, un sábado al medio día y, por la noche, la caída fue tan violenta. Entiendo que esconda la extraña relación que tenemos, que esconda los sentimientos que tengo para ella, pero ¿esconder aquellos momentos en que la traté como la persona digna que es? Negar que no hemos dejado de comunicarnos, omitir que nunca me he aprovechado de aquellos momentos en los que no sabe qué hacer, de sus momentos de debilidad. Entiendo que me haga un sitio, que cerque mis sentimientos, lo que no entiendo es el trato de enemigo, como el enemigo de él, de sus familias. Lo he permitido, y quizás, como también dice Sabina “me basta con ser tu enemigo”. Es mi culpa por quererla de ese modo inexplicable. Ella, la mujer que amo y pienso todos los días, a veces tiene una mirada de páramo, como desolada, y es tan linda y dulce cuando destella un poco su sonrisa y emerge, inevitable, como un amanecer del principio de los tiempos. Será navidad, el tiempo más lindo para mí, aunque el frío me recuerda la agonía de mis abuelos, la calidad de la temporada me gusta mucho. Desde hace unos años tengo la costumbre de regalar algunos cuantos juguetes para niños en situación de desventaja, es el momento de una gloria anónima de saber que un niños tendrá un instrumento de imaginación.

PD. Todas estas noches me he ido a la cama escuchando “Ojalá” de Silvio y “Se equivocó la paloma” interpretada por Serrat.

PD. Dulce amiga, dulce amor, te quiero ver diamante.

Quino

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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Amor 77



Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Julio Cortázar: Un tal Lucas

El reto intelectual, mi guerra fría. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Noviembre 10, mes 13


Las ondas tienen vaga armonía;
las violetas, süave olor;
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo, algo mejor:
¡yo tengo Amor!

                Gustavo Adolfo Bécquer

No sé qué decir, no sé qué escribir ni mucho menos qué hacer o qué pensar. Quise hacerme a un lado, quise dejarla en paz y ser sólo su amigo, pero no puedo. Quería besarle, sí quería hacerlo, pero quiero que ella también lo deseé, porque no quiero un beso robado, quiero besar su vida y su corazón con mis latidos, con mis brazos, con mi cariño. “¡Cuántas veces mi espíritu quiso volar hacia ti y quedó desalentado!” Dulce amor, cándida mujer, flor del cerezo, hermoso rocío del bendito amanecer. Sí te quiero, y no sólo eso, pienso amarte. Es el mes trece, de mi conteo en regresión de 18. No se ha extinguido el amor que siento por ella. Y sin embargo, ella tiene razón, cuando está bien con él deja de ponerme atención, ella admitió que era injusto, eso me hace sentir mal. Sé que no es malvada, como me lo acaba de decir y tampoco lo es aunque ella diga que siempre la hago parecer como la malvada. Esta semana aprendí varias cosas, además de ser el hombre más estúpido, soy un abogado material. Llevaré a juicio a un plaza comercial por maltrato a una de sus trabajadoras: ojalá mi esfuerzo sirva de algo, pero no actuaré yo directamente porque no tengo licencia para litigar.

PD: Deseo que no juegues conmigo, con mis sentimientos. Pero no sé, te quiero.

Quino

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martes, 30 de octubre de 2012

miércoles, 10 de octubre de 2012

Octubre 10, mes 14



            Toda la eternidad está presente
            en esta hora muda
¡porque si tus palabras son a veces poemas,
tu silencio, sin más, es poesía!

                Jaime Torres Bodet

“Nadie vive la vida de otras personas” y el amor ajeno se contempla a la distancia. La última vez que la vi, no me di cuenta que yo sollozaba en el momento de hablarle. Ella consideró un berrinche infantil de reclamos (infundados). Tal vez no sabe que se derrumbó mi confianza cuando le hablé y puso esa expresión de molestia y desprecio, tuve esa sensación de exclusión que sólo quienes son juzgados. Era el preludio para dejarnos de hablar el domingo siguiente, hasta la fecha*. Le prometí que estaría allí para ella, aunque no me considera su amigo. La extraño y su ausencia no es alivio, espero que para ella sí lo sea. Siempre fue mi querida Dulcinea, imposible amor más allá de la razón. A veces me sumo en la ausencia de mí, otras veces en la resignación de aceptar su decisión. Lo que no olvidaré con los momentos en que compartí un poco de mi vida con ella, los más hermosos capítulos de nuestra convergencia de caminos. En esta entrada no quiero recordar algo particular de ella, todas las veces que la recuerdo o cuando recuerdo nuestros diálogos me hace sonreír y, luego, exclamo su nombre. Quisiera no haberle dicho nada de mis sentimientos y estoy seguro que confiaría en mí como amigo. Lo eché a perder por completo. De nuevo en la misma situación. Así le demostraré mi amor, dándole mi ausencia. ¿Cuánto tiempo necesitaré para olvidarme, no de ella, sino de mis sentimientos?

PD. Sigo pensando que: “Las flores son bonitas, no tienen necesidad de que les digan que lo son”.

* Adenda: Nos comunicamos, y esos breves mensajes fueron para mí un alivio, no sé de qué, todavía no sé, pero fue lindo. Ojalá pueda compartir más momentos así y ojalá sean para bien nuestro, al menos compartirle cosas bonitas y felices. 

Quino

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jueves, 20 de septiembre de 2012

If you are chilly, here take my sweater.


Te extraño como el otoño a la primavera, pero el otoño sólo se acerca a la primavera cuando él se extingue. Qué jugada tan más aberrante, qué situación tan más desdichada, qué destino tan cíclico. 




PD. Ya debería acostumbrarme a ser la persona equivocada y merecer a una persona que no existe, salvo en la mente de quien me rechaza. El destino será otro. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

Septiembre 10, mes 15




Compartimos sólo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo,
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.
Rosario Castellanos

Prosigo mi “terapia” lírica. Debo confesar que ha girado en mi cabeza el reconocimiento que ella hace de estar en el limbo conmigo. Tiene razón, no podemos ser amigos sin que exista esa extraña sensación de ser algo más. Hace poco más de un par de semanas la vi, pero también la vi con él, a pesar de su sonrisa, a pesar de que he dicho que me importa mucho que ella sea feliz, a pesar de eso; me siento mal. Tengo una envidia de que esté con él, tengo envidia de que nuestros amigos puedan interactuar con ella y yo no deba hacerlo ni pedirle que nos veamos. Me gusta mucho cuando cubre su boca cuando está a punto de estallar de risa, es como si tratara de contenerse. Me gusta mucho su sonrisa, ese patrimonio que surge cuando endulza sus hermosos labios. Recuerdo que hace un año deseaba que me acompañara en mi cumpleaños y, aunque compartí menos de cuatro horas con ella, el mejor momento fue cuando me regaló un abrazo. Pensé que no la vería ese día. Me gustaría tener la palabra precisa cuando ella me necesita, cuando ella está triste. Me gustaría actuar indiferente, como a veces lo hace conmigo. Si fuera más imparcial y me dejara de afectar que ella no esté bien, quizás pudiera operar mi estrategia, como escribiera Benedetti, mi estrategia “más profunda y más simple… que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites”. En la última semana terminaron las elecciones, pronuncié un discurso que a muchos gustó (a otros no) y anduvo por muchos lados en el twitter, me di cuenta por las menciones que se me hacía. Pero, no importa, de todas formas no puede afrontar mi situación sentimental.

PD 1. Sigo pensando que: “Las flores son bonitas, no tienen necesidad de que les digan que lo son”.
PD 2. Ya no te buscaré más.
PD 3. (Lo más importante es que) te quiero como sos.
PD 4. Lo que desgarró mi corazón, mis sentimientos, mi  fortaleza, mi justicia es saber que no soy confiable ni para tu familia.

Quino

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sábado, 1 de septiembre de 2012

Por qué tenía duda de una “coma” en el poema de Benedetti


Me invitaron a una graduación la semana pasada. La persona que me invitó me había asistido en mi trabajo, es una mujer simpática y bien decidida. En la segunda quincena de junio, ya no se presentó a asistirme. Por dos días me quedé en silencio, es decir; no la busqué, sólo le seguía enviando instrucciones hasta que me mandó un mensaje al celular diciendo que estaba en una ciudad del sureste mexicano. Atravesó el país para verse con su esposo. No regresaría hasta su graduación y tuvo a bien de invitarme la misa y a la cena de gala.

Preguntó que si tenía a quién llevar, respondí que iría sólo. Ella contestó: “qué aventado”. Llevé mi cámara y mi tripie para regalarle una sesión de fotos con ella, su esposo, su familia, sus amigas y su graduación. Por un momento olvidé la razón por la cual no me gusta ir a esos eventos. Todos llevaban pareja si no sentimental al menos para conversar. Me la pasé en un rincón de una mesa sin pronunciar más palabras que: “me trae un seven con poco hielo”. Hubo un instante en que me comuniqué, vía mensaje de celular, con la mujer que quiero, pero cuando le dije en qué situación estaba, sólo me dijo que era bueno para conocer a más personas y deseó que me divirtiera sin volverme a contestar.

Era en medio de la madrugada y me daba pena moverme, esperaba que nadie notara mi presencia. Incluso posé mi cabeza en la mesa y me cubrí con mi saco para que creyera que se me habían pasado las copas. En cierto momento, mi anfitriona me pidió que me uniera al grupo donde bailaban en conjunto. No pude negarme debido a que me tomó de la mano y me llevó. Sin embargo, luego se quedó bailando con su esposo y me vi sólo en la pista de baile. Regresé a la mesa.

Posteriormente, noté que en la mesa de adelante había una joven mujer que miraba el baile. Hice memoria y determiné que pocas veces se había movido de su lugar. Le presté más atención. Noté que ella seguía con la mirada a un amigo de mi amiga. Entre nuestras mesas estaba la de él, donde tenía a cuatro jovencitas que sacaba una a una a bailar. Ella es Liliana (no es su nombre real). En una ocasión la conocí y el chico que miraba le gustaba, lo sabía por mi asistente. Tras de una hora de observar la manera en que ella miraba a él, me di el valor de cambiarme de mesa. Total, su mesa estaba tan vacía como la mía.

La saludé y, no le pedí permiso para sentarme en su mesa, le dije que le iba a hacer compañía. Ella agradeció con un gesto. Intenté sacar plática, pero quedarme callado a su lado no resultó. Miraba fijamente la pista de baile con sus ojos enormes y redondos. Su vestido era todo negro y su cabello también tal que resaltaba su piel blanquecina. Ella es cristiana. Ocasionalmente sonreía cuando pasaba el tipo que le gustaba, eso no lo había notado porque cuando la observaba la veía de espaldas. Llegó una amiga de ella y fueron al baño, ella dejó su bolso sobre la mesa en la cual sólo estaba yo. Me extrañó que descuidara su bolsa. Regresó y su amiga fue a bailar y ella devuelta a su silla.

Dejó caer sus manos en la mesa, sus dedos largos sin uñas pintadas sujetaban la servilleta de tela que enrollaba frotando sus yemas como despejando las ansias. Posó su codo sobre la mesa y en su palma asentó su barbilla y se quedó mirando a la pista. Entonces actué. Tímidamente toqué su hombro con la punta de mi dedo índice. Ella volteó sonriendo de inmediato. – ¿No bebes? (le pregunté). – No. De inmediato tuve la necesidad de explicarme que no me refería a si bebía alcohol, sólo que si no quería beber algo, pero su respuesta corta y contundente me dio la confianza para decirle que tampoco lo hacía. Le dije que iba a pedirle a un mesero un seven con poco hielo.

Luego pasó algo curioso: Llegó otra de sus amigas y bebió de un termo de plástico. Era curioso porque su amiga portaba ese termo mientras bailaba. Seguramente tiene sed y quiere socializar bebiendo del recipiente de alguien más. Sin embargo, su amiga me pidió que le pasara un refresco que estaba a mi lado, entonces me paré e hice un ademán para decirle que yo le serviría y aceptó. A ese mismo termo me dijo que le pusiera tequila. ¿Tequila? Se me hizo tonto pensar en decirle que por regla personal no proveía de bebidas alcohólicas, pero acepté servirle. Lo segundo que pensé es que minutos antes, Liliana me dijo que no bebía.

Entonces, cuando su amiga se llevó el termo al baile, nos quedamos sentados de nueva cuenta sin más personas que nosotros dos. Volví a entablar una conversación. – Y,… tú ¿no eres abogada?. – No lo soy (sonriendo). ­– Ahh, yo tampoco (y ambos sonreímos). Apartó un poco su mirada de la pista de baile. – ¿No bailas? – No, es que yo soy más de trova (mientras se escuchaba música de banda), como Sabina, Milanés. – Qué bien, yo tampoco bailo, pero me gusta toda clase de música excepto la banda y el reguetón, y (miré hacia la pista de baila tratando de decirle, mira lo que ponen). Entonces le dije que a me gustaba Sabina y Milanés, pregunté si conocía a Silvio y dijo sorprendida que sí. Le pregunté por las canciones de Eduardo Aute. Ella dijo que no lo conocía. – No me digas eso, le respondí, tienes que escucharlo, hay un disco que canta con Silvio. – Vas a ver, sí lo voy a buscar. Regresó un poco la mirada cuando pasó a un lado de nosotros el chico que le gustaba. Nos vio platicar, entonces se detuvo y le ofreció de beber, pero ella no aceptó. Ella, Liliana, dejó de prestarme atención. Se quedaron mirándose por unos segundos sin decir palabra alguna, mientras los observaba.

Él le dijo a ella; – Ahorita bailamos, ¿no? En mi mente pasó decirle: – ¡No baila! Pero ella consintió con la cabeza. Era banda, ella le gusta más la trova, entonces bailaría por la persona que la invitó. Eso no era racional. Tomó la botella de tequila que estaba en nuestra mesa y la llevo a su mesa sirviendo la bebida en los vasos de sus amigas que esperaban con él. Liliana miró nuevamente y le dije que Sabina cantaba un poema de Neruda: “Amo el amor de los marineros” y le recité un poco el poema, luego me dio pena seguir recitándolo. Se quedó como sorprendida, le dije que el disco se llamaba “Neruda en el corazón” y que cantaban muchos poemas de él, incluso había uno con Venegas. – Busca esa canción en youtube, te va a gustar, sólo busca “Sabina” y “Neruda” y te aseguro que sale. – Lo voy a hacer. Sinceramente, le dije eso porque ese poema de Neruda estaba señalando su situación. Tras de decirle eso, llegó el chavo en cuestión y la sacó a bailar. Noté que era cierto al menos que no le gustaba la banda porque no sabía bailar. El intercambio de risas por no llevar un paso en dicha danza lo revelaba.

Eran las cuatro de la mañana y la fiesta seguiría hasta las 8 de la mañana, entonces, al ver que ella no quería bailar ni charlar conmigo, sólo estar con él. Tomé mi tripie y mi cámara y me fui de allí. Para el momento no funcionaba mi celular y no podía hacer una consulta. No podía determinar si el fragmento del poema de Benedetti llevaba una coma, porque ese fragmento nos explicaba a Liliana y a mí:

… el corazón que aguarda pese a todo.


Quino

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miércoles, 15 de agosto de 2012

Mi respuesta oculta


Cuando me pregunta cómo estoy, siempre digo que bien. Siempre oculto la sensación que me hace sentir mal. Ojalá pudiera decirles que no estoy bien, pero ya pronto me recuperaré o quizás no me importe más tarde. Mientras tanto, debo aprender a cambiar de música en estos días de nublados en el alma. 


Todavía me gustaría ser otra persona, una que le importe luchar por lo que siente y no se dé vencido por él mismo y "que cuando muera de celos él jamás te diga nada, que no tenga como yo; tantas heridas en el alma".
Quino

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viernes, 10 de agosto de 2012

Agosto 10, mes 16



A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?
Manuel Acuña

Aunque ya había dicho que me gustan sus gestos, creo que el siguiente no es un gesto de ella, sino una expresión tal vez involuntaria; cuando “Mi Amiga” entrecierra sus ojos como encandilada por el Sol como tratando de enfocar, me agrada cuando lo hace. Recuerdo la ocasión en que me la encontré en el cruce de unas calles del centro y me saludó con un “buenos días” y no sé si caminó más rápido o yo caminé lento, entonces ella se adelantó de tal suerte que no caminamos a la par, y ese episodio de mi vida lo recuerdo cada vez con el estribillo de “…te vi sin que me vieras, te hablé sin que me oyeras…”. Estoy en la ciudad de México, y me ha dado la nostalgia de cada tres años, de tener la sensación de no haber hecho lo suficiente para tener un mejor gobierno. Todavía hoy me siento triste porque no soy capaz de resistir la realidad de que ella ama a alguien más y que con él vivirá lo mejor de esta vida. No me siento aliviado, sólo quiero resignarme y guardar el amor y respeto que le tengo para mí.

Quino

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domingo, 5 de agosto de 2012

You should date an Illiterate girl


Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor.
Charles Warnke

La siguiente entrada la escribió Charles Warnke. Me llegó a mi correo un 9 de junio de 2011 de parte de una colega que vivía, en ese entonces, en Monterrey. Mi colega y amiga tiene dos libros escritos y varios poemas que me ha compartido. No entiendo porque me comparte sus poemas, si desde que estaba en la preparatoria (valga la redundancia) enamorado, como siempre; un amor imposible, no me he atrevido a escribir algún verso para no representar mi cursilería en los estrados de mi vida. Cuando recibí el correo, me quedé maravillado tal como lo sigo estando. Warnke, es un escritor joven, más joven que yo, aunque yo no soy escritor, pero su prosa me encantó y, contrariamente a lo que hago con las cosas que me gustan, no lo compartí con nadie. Con nadie excepto con la persona de la cual sigo enamorado.

De Pablo Picasso: La lectora (1920)
A ella le gustó, según me escribió en respuesta al reenviarle el correo de la prosa de Warnke. Ella respondió que agradecía enormemente dicho correo. Tal como se lo había explicado, la lectura me había hecho pensar en ella, más de lo que ya pensaba. Había leído, con Warnke, el fundamento del amor que siento por ella. Encuentro una manera hermosa en ella cuando escribe (y cuando se expresa en su lírica). Leí su belleza en las letras de esta mujer, de mi amiga cuya amistad depende de que mis sentimientos encuentren sepulcro en mi alma.

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo continuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat yAslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

http://thoughtcatalog.com/2011/dont-date-a-girl-who-reads/

Quino

Derechos Reservados © 2012; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.

martes, 10 de julio de 2012

Julio 10, mes 17




Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
Amado Nervo

De “Mi amiga” me gusta mucho cuando hace el ademán de asentar con la cabeza y cierra levemente sus ojos; recuerdo cuando me dijo que un viejo raboverde la había asustado cuando bajó del camión porque le hizo “como le hace el bistec cuando se está asando: ‘Sssshhhh’”; en mi trabajo, en la sesión especial de la Jornada Electoral y en la sesión especial del Cómputo distrital fui designado como el consejero suplente de la Consejera presidente, y por lo tanto conduje los actos de la autoridad en el Distrito; extraño de “Mi amiga” competir en la elaboración de la tesis, disfrutaba mucho jugar a quién termina más rápido la tesis; a veces me siento muy bien sabiendo que ella está con quien ama, pero otras veces me siento muy mal por haber arruinado mi relación con ella; la hice enojar mucho cuando le dije mi opinión respecto a cómo razonaba su voto.

Quino

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viernes, 15 de junio de 2012

Sé que soy un idiota... nunca soñé con quererte.


"Mi Amiga" por qué no sólo...

Te espero

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
y la luna oculta ese sol tan radiante,
me siento sólo, lo sé;
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
Y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto,
mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tú,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás...
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí,
porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no sólo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo sólo así?
¿Por qué no sólo...?

Mario Benedetti

domingo, 10 de junio de 2012

Junio 10, mes 18


Hoy, 10 de junio de 2012, contaré 18 meses para probar la hipótesis que establece que en dicho lapso el amor se extingue. Yo supe que estaba enamorado de la que siempre nombro como “Mi amiga” un 30 de diciembre de 2010. El 30 de mayo se cumplieron 18 meses y la sigo amando. Sin embargo, contaré 18 meses, a partir de este momento, para probar la hipótesis a fin de que el día 10 de noviembre de 2013 pueda buscarla y comunicarle, de viva voz, lo que siento por ella hasta ese momento.

Entre tanto, publicaré para ella un fragmento de un poema cada mes, lo que me gusta de ella, lo que recuerdo de ella, las personas que he conocido, algo trascendental que he hecho; algo extraño que haya hecho y cómo me siento respecto de ella; además de alguna otra cosa que se me ocurra. Así hasta el 10 de noviembre de 2013. 18 meses; 18 meses; 18 meses.

Poema para Mi amiga número 1.
                …
Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.
Federico García Lorca

De “Mi amiga” me gusta mucho sus gestos, sobre todo los que hace con sus ojos; recuerdo mucho de ella, cuando la conocí por primera vez, antes de entrar a nuestra clase y dijo que la noche anterior se la había pasado mirando videos en Youtube; en diciembre conocía a la persona “A”, quien por alguna razón platiqué con ella y luego nos invitamos un café, cambió mi corazón a un ser más cristiano; le gané unas jugadas al Partido de la Revolución Institucional en mi trabajo; ayer me sentí muy mal cuando vi caer un señor que comenzó a convulsionarse en Plaza del Sol, corrí hacia él, cuando lo vi me recordó mucho a mi papá pues tenía la apariencia de un albañil por su vestimenta y la mochila con herramientas que llevaba, sólo puede llamar una ambulancia, inmediatamente después me llegó un mensaje a mi celular el cual aseguraba que había organizado una borrachera, el mensaje me lo mandó “Mi amiga”; me sentí triste por su sarcasmo que casi lloraba en medio de la multitud atenta al señor que convulsionaba a mis pies.

Quino

miércoles, 16 de mayo de 2012

lunes, 14 de mayo de 2012

Él no sabe si responder...


En el sillón de la sala miraba con cierta nostalgia una película: Náufrago. Tal película trata de un personaje que regresa a la vida citadina tras pasar cinco años en una isla; tiene escenas realmente conmovedoras e impactan al público que, como Quino, se siente sumergido en la soledad. Recibió el mensaje vía celular de aquella mujer al que él ama con dulzura inexplicable y se quedó helado, por su mente pasaban meras especulaciones: 1) ella estaba triste y necesitaba a su amigo Quino; 2) Su mensaje era sincero y quería normalizar la amistad.

Cualquiera que haya sido el motivo, Quino estaba deshecho. Se quedó con el celular en la mano sin saber qué hacer; si responder o no responder, si respondía, cómo lo haría. Contempló por unos instantes el televisor sin poner atención realmente y soltó en llanto. Su madre entró a la sala y él trató de reponerse, su dolor pasó desaparecido por las escenas en el televisor. Pero seguí mal, entonces decidió meterse a su habitación.

Decidió marcar el número de la persona que él ama, sin embargo dudó que fuera aminorar el dolor y entre un leve sollozo se deslizó por la cama hasta quedar en el piso sentado; puso su cabeza entres sus piernas sin soltar el celular apuntando su dedo para marcar el número de su amiga. Se quedó en el piso tratando de pensar las cosas sin dejar el llanto, un llanto de duda, de incertidumbre. Quino sabe que cada vez que interactúa con su amiga sólo lo echa a perder porque afloran sus bellos y espurios sentimientos.

Se quedó por casi una hora en el piso entre llantos, silencios y culpas. Él no platica con muchas personas, el silencio es la soledad que lo acompaña en sus días cotidianos, entonces, que su amiga, la que él tanto dice amar, lo invité a comunicarse con ella es una esperanza de suerte divina. Una falsa esperanza, pero esperanza al fin. No es mentira que se enamoró de ella por la particular forma que ella tiene para comunicarse; entre poesía y sabiduría contemporánea.

Quino encuentra en la charla de ella el cielo lírico de un gentil  terruño de alegría. Ella no entiende la necesidad que él tiene de ella; está enamorado, dolorosa, inevitablemente.

Tal vez ella estaba charlando con su novio cómodamente desde su silla de trabajo, en tanto Quino probaba el frío piso del olvido y el desasosiego. Qué hacer, qué hacer si alma pide a todas horas comunicación con el ser que ama. Él no sabe, no comprende porque no puede ser una persona idónea para ella y sin embargo, sostiene el sentimiento en un naufragio citadino.

Ella debería comprender que Quino está en la etapa de su vida donde la desgana le atormenta sus actividades, ella debería respetar los sentimientos de él y su trágica derrota de su siempre inoportuno corazón. A pesar de todo, él la sigue amando. Él podrá ignorar sus mensajes, pero Quino no puede ignorar lo que sigue sintiendo por ella, ese es su peor tormento. 
Quino


Derechos Reservados © 2012; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.


sábado, 21 de abril de 2012

Apelación al solitario

Es necesario, a veces, encontrar compañía.

Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrías estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?

Rosario Castellanos

domingo, 15 de abril de 2012

Deseo que este día termine


No soporto esta situación, no puedo. Ya quiero que el día termine. En el ocaso de mi soledad el amanecer es tan incierto. Ojalá mi corazón fuera de piedra. 

Poema X

Hemos perdido aún este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.

He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.

Entonces, dónde estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.

Quino


Derechos Reservados © 2012; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.

viernes, 6 de abril de 2012

Adiós a media voz...

“…pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena…”
Mario Benedetti

Todos estos días me he sentido tan desdichando, decepcionado de la vida, del amor, de la amistad. Todo se fue al carajo cuando me quedé sin quien conversar. Ayer salí a caminar para no quedarme solo en mí casa. Me encontré a personal que trabaja en el mismo lugar que yo, estaba laborado y me les pegué como una sandijuela que busca compañía.
He dudado de mí, he dudado de lo que creo; he negado mi existencia. No es que me equivoque es que así son las cosas.
Dice Sabina que “en tiempos tan oscuros nacen falsos profetas”. Esa es una ventaja para quienes me han recomendado cómo estar con alguien (no enamorar a alguien, sino estar con alguien). Me lo dijeron muchas veces para (man)tener a alguien contigo, para (re)tener una relación necesitas control. Se debe buscar alguna necesidad de la otra persona; eso será su punto débil y su punto débil es el punto más fuerte para quien controla.
Que los puntos para el control son más fáciles cuando la necesidad es humana; cuando la necesidad tiene que ver con el afecto o con el amor. Quien me lo dijo tiene bajo su dominio a tres personas, tres mujeres que piensan que él es el único profeta. Al menos una de ellas sabe de la existencia de las otras dos, pero por alguna razón lo toleran. Resisten.  
Dice Sabina que “el asesino sabe más de amor que el poeta” (o como escribirían los clásicos: “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit" ). Es verdad, para mantener el control de una relación de pareja se debe tener inmunidad, o al menos, ser ajeno a la necesidad de la otra persona. En tal caso, quien lo dice es ajeno a la necesidad de afecto o de amor y es la única manera de mantener el control.
¿Lo creen así? Las relaciones de pareja, muchas de ellas, son relaciones de poder. 
Soy un liberal, como tal soy un teórico de la libertad y de la no-libertad. El dominio de “A” sobre “B” es la negación de la libertad de “B”. El dominio absoluto es cuando la necesidad se hace presente, cuando desde “B” subsiste el reconocimiento de dicha necesidad y cuando “A” se da cuenta de la necesidad de “B”. El dominio parcial es cuando alguno de ellos ignora el fundamento que motiva estar dominado o dominar.
Esclavo es todavía una condición menos ignominiosa que siervo, toda vez que el esclavo se encuentra dominado por la fuerza, y el fuerte nunca es lo suficiente sino transforma su fuerza en derecho como afirmó Rousseau. Pero el siervo encuentra sus cadenas endógenamente, las encuentra en sí mismo, en él la fuerza no sólo es sujeción material, sino derecho pleno del más fuerte y la negación de la libertad de “B” es la confirmación del poder de “A”. En consecuencia, el que domina debe disfrutar de libertad absoluta, libre de necesidades que lo encadenen. Obviamente, esta condición es un ideal.  La no-libertad es la carencia de poder, la libertad absoluta es poder absoluto.
Así es la realidad, lo es cuando la única mujer que se fija en ti es una persona que evidentemente tiene necesidad de afecto y está fuera de sí misma. De una mujer que ejerciendo su libertad se convierte en un siervo, qué contradicción la que afirmo, quien no es libre nunca decide ser no libre, sino por el impulso de su propia necesidad.
Esto es lo que se va al carajo, resulta que debo imponerme, buscar la necesidad de una persona para “pasar el rato”. Qué absurdo. Lamentablemente así son las cosas, por fortuna, mis convicciones son más fuertes que mi necesidad de afecto. Aunque me quede solo en esta vida, sin compartir el amor con una mujer, cuando alguien me recuerde espero que sea como la persona que no sólo ejercía su libertad, sino que procuró que los demás lo hicieran del mismo modo.
Ayer, sin pedirlo ni pensarlo, me dijeron; "Tú te mereces lo mejor… la mejor". Y yo me quedé frío, nunca esperé eso de esta persona. Para qué me lo decía, y guardé silencio. No entendí por qué alistó sus defensas de esa forma. Dió en el clavo justo. Todas las mujeres me dicen lo mismo: “No soy la correcta” y rematan, como el asesino que sabe más de amor: “Te mereces la mejor”. Siempre me mandan a buscar a “La mejor”, cuando la creo encontrar resulta que no es “La correcta”.
Si “La mejor” no es “La correcta”, entonces merezco a “La peor”. Con suma paradoja, quienes me rechazan me dicen; “no me conoces”; “soy bien dura, no me aguantan el ritmo”; “soy difícil”... no soy “La mejor para ti (soy La peor)”. Nadie entiende que quiero conocerlas, nadie me da el beneficio de la duda, y ellas se quedan con “El peor”. Necesito ser de lo peor para tener una persona que necesite de mí. Me quedo de nuevo con la sensación de opresión en el pecho, por un corazón colapsado por el vacío.
Al carajo con todo, cambiaré mi vida el 19 de diciembre.

Quino


Derechos Reservados © 2012; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.