sábado, 21 de mayo de 2011

El fundamento de mi felicidad

“Corazón apasionado disimula tu tristeza
 no disimules tu felicidad”
Canción popular de la Revolución,
levemente modificada

En el último mes tuve al menos dos fuertes crisis sentimentales. Ciertamente las he tenido otras veces, pero esta vez fueron diferentes. En la primera crisis del mes, hice lo que nunca había hecho; acudir a mis amigos, a un par de ellos particularmente. En la segunda crisis, en menos de una semana de la anterior, la tuve en presencia de la persona que es fuente de mis más bellos sentimientos.
Nunca había expuestos mis sentimientos a ninguna persona, salvo esporádicos momentos, pero nunca al borde de la locura y del llanto. Fueron un par de amigos de la facultad quienes me escucharon y se percataron de lo que me sucedía. Los dos coincidieron en una cosa; nunca me habían conocido enamorado. Supongo que creyeron que esto era imposible.
Luego, algo me sucedió que terminé por derrumbarme frente a la persona que quiero como algo más que amiga. Los detalles salen sobrando. Sin embargo, el peor momento de debilidad sentimental frente a ella fue sanado por ella misma. Ella me sacó del lapsus sentimental en el que me ahogaba. A los ojos de un observador externo no hizo mucho, pero significó tanto para mí.
Solo hasta ese momento me di cuenta de lo que mis amigos; al menos tres de ellos me había dicho con anterioridad y que puedo resumir en dos premisas:
1)      El amor es un sentimiento muy bello que no es causa de sufrimiento porque sus efectos contrarrestan todo sufrimiento.
2)      La felicidad es un estatus de voluntad, uno escoge ser feliz porque el sufrimiento se manifiesta en dos formas: Una externo que no se puede controlar y la otra que es producto de la voluntad. He allí el por qué la elección entre felicidad y sufrimiento (El jurista italiano Luigui Ferrarjoli recuerda el ensayo de Salvatore Natoli quien diferencia el dolor sufrido y el dolor infligido).
Ese mismo día concluí estas dos premisas y, con trazos temerosos, dibujé una sonrisa en un post-it que representa mis bellos sentimientos y, en consecuencia, de mi felicidad como recuerdo del pacto celebrado entre mi persona y dichos sentimientos.
Soy feliz porque elijo serlo y sobre todo porque la persona -causa de mis más bellos sentimientos- es el fundamento de mi felicidad. Pero de ninguna manera es un pacto de sujeción autoritario -como la fórmula política de Thomas Hobbes en el Leviatán- dado que surge de mi voluntad y no es producto del miedo o de una amenaza a mi existencia, en ese caso sentimental. Sencillamente me gusta tener estos sentimientos y sobre todo que ella sea la causa que los provoca.
No necesito comprobarlo más. Cada vez que la recuerdo, es decir, en todo momento o cada vez que la saludo, en el momento en que cruzo alguna mínima interacción con ella; desde lo más profundo de mi alma, me invade una felicidad enorme.
La quiero mucho y se lo estaré demostrando
No solo siento, también quiero sentirlo, más que nada quiero y siento
Quino

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