jueves, 17 de enero de 2013

Romance de los vanos encuentros

No preguntes quién pone en este canto un alma destinada al sufrimiento y un pobre corazón que te ama tanto.

I Bronces de las ocho y media nos llaman cada mañana -entre tu casa y mi casa-de dos cornisas y un breve saludos de camaradas.

¡Estás tan bella, vestida de crujiente espuma blanca baje ese sol de las ocho que te ciñe y que te alaba!

Sus amarillas saetas bordan en tu pelo el aura que me recuerda las leves imágenes de las santas.

(Pienso que rezarte a ti tal vez me salvará el alma…)

II Las campanas matinales ponen música en la senda por donde a tu escuela vas, por donde voy a mi escuela.

Tontamente, tontamente me vuelve la vieja idea cada vez que nos cruzamos en nuestras rutas opuestas: pienso en el ayer que ataba con una risa dos sendas, cuando jamás nos cruzábamos tú y yo en camino a la escuela.

Con una misma campana, con una misma existencia, y por una misma calle con sol de las ocho y media… Para nosotros, entonces, había una sola escuela.

III La señorita maestra pasa vestida de blanco ; en su oscuro pelo duerme la noche aún, perfumado, y en lo hondo de sus pupilas yacen dormidos los astros.

Buenos días señorita del caminar apurado; cuando su voz me sonríe olvido todos los pájaros, cuando sus ojos me cantan se torna el día más claro, y subo la escalinata un poco como volando, y a veces digo lecciones.

Julio Cortázar

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