domingo, 5 de febrero de 2012

¿Sin remedio?

...la culpa es de uno
cuando no enamora
y no de los pretextos ni del tiempo...
Jaime Sabines
A veces, no hay quien te escuche ni quien estés dispuesto a escuchar lo que uno sufre o de las razones por las cuales uno se siente tan miserable; sobre todo cuando se está consciente de que no se puede hacer nada. Sin remedio. Debo confesar que soy muy “subjetivo”, si por subjetivo se define alguien que no puede controlar sus emociones, además; soy sensible al grado que los estados de ánimo se me contagian con facilidad.
Me ha tocado hacer entrevistas para contratar a un poco más de 70 personas como parte de un trabajo temporal y los prospectos eran poco más de 500 personas. No sólo hago la evaluación de las entrevistas, sino que me toca aprobar las contrataciones mediante una sesión pública con mis pares. La entrevista no es fuera del otro mundo, se trata de indagar sobre la vida de las personas y destacar cómo se ha visto implicado en algunas circunstancias para, de ahí, evaluar las actitudes y aptitudes necesarias para el trabajo propuesto. Dicho método implica adentrarse a la vida de las personas.
Por más de una semana me ha tocado escuchar a los candidatos las alegrías, los retos, las frustraciones y necesidades que han vivido. Incluso, he visto su reacción, he estudiado su mirada, el movimiento de su cuello al pasar saliva, los ademanes de sus manos, los gestos y el momento en que cambia su tono de voz al hablar. He entrevistado a vendedores, meseros, profesionistas (ingenieros, abogados, politólogos, geógrafos, secretarias, psicólogos…), taxistas, estudiantes, amas de casa un policía investigador y un músico.
Todos ellos cargan a cuestas la vida que necesitan sobrellevar. Me he sentido muy mal a pesar de que la evaluación la hago de forma objetiva, muchos necesitan el empleo aunque digan que lo hacen por “amor al arte”: lo noto en su discurso;  la forma en que se expresan y; lo noto en su mirada. Me han platicado de cómo cierto edificio, recientemente construido para una villa panamericana, está inclinado 7 grados, de  cómo han levantado la declaración de una mujer violada, de las forma de represión laboral de los gerentes de una tienda de conveniencia, de cómo bajaron a unos cholos de un camión del transporte público, de la difícil decisión de trabajar, estudiar o de acrecentar los lazos familiares, o llevarse a casa la preocupación y agustía de no saber decirle a una mujer que su esposo la engaña con otra persona del trabajo.  
Algunas veces quería detener la entrevista y soltarme a llorar. No quería seguir entrevistando a personas. Recuerdo a una jovencita cuya mirada denotaba miedo: había estado ya en muchas entrevistas y nadie la han contratado, ella está por salir de su licenciatura. El caso del joven músico del cello, es otro caso: se veían tan pacífico, pero tan sumiso. Una señora de 62 años, que ha sido  vendedora toda su vida, y describió cada empleo que ha tenido con un patrón de explotación laboral explícito en cada uno. Lo único que podía hacer es mirarlos teniendo una sonrisa que cubriera mi tristeza: una sonrisa triste -como dice mi amiga-.
No sé cómo ayudarlos. Tengo dos súper cuates psicólogos que varias veces le dije que admiraba su trabajo porque ellos podían intervenir más directamente en la vida de las personas y yo no lo podía hacer. A veces he pienso que cuando le ofrezco ayuda a alguien, más bien trato de decirles que soy quien necesita de ellos. Quisiera saber que se siente ser amado por alguien más. Entre tanto, seguiré ayudando a quien pueda y quien se deje, porque el sufrimiento ajeno no me es indiferente.
Escribir es el primer y último escape para sacar lo que siento. No soy feliz, ojalá tuviera más episodios alegres en mi vida.


Quino



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