Hace unos días salí a la Ciudad de México para asistir a un curso, en la Universidad Nacional Autónoma de México, que impartiría el co-director de tesis doctoral de una amiga ñoña. Debo decir que fue la primera vez que salí de viaje con una mujer; una mujer ñoña. Fue divertido viajar con ella porque pasé tiempo viendo películas en el autobús. Mientras yo me iba disponía a leer ella sugirió disfrutar de la película y, sinceramente, no me arrepentí porque me reí como loco viendo la película de “La familia de mi novia 3”, además vi por primera vez una película de Woody Allen cuyo nombre no supe, pero se trataba de algunas frustraciones laborales de un escritor; la (des)ventura de un viejo que no quería envejecer; la esposa del escritor que quería tener su propia galería sin enamorarse en el intento; la esposa del viejo que se entretenía con una vidente buscando un amor que compartir. En fin. En realidad, también la acompañé porque tenía que ir a cierto organismo central electoral.
Entre muchas conversaciones que tuve con mi amiga ñoña, la siguiente es una de ellas que tuve acerca de una mujer (no tan ñoña, sino más bien lista en los negocios) y otro amigo ñoño:
- Tú que pensarías si te digo que mi amiga ha salido con todos mis amigos que le presento.
- ¿Qué diría yo?, ¿Tengo que decir algo al respecto? No entiendo qué, diría que es muy amable.
- Mmm, a ver, ¿tú también?
- Yo también qué.
- Es que le digo a Harold que no se emocione con mi amiga porque ella suele ser muy cariñosa y con ello saca ventaja para que los hombres, mis amigos, crean que pueden ser algo más.
- ¿Cómo?
- Ayy Quino, no manches, tú también.
- Yo también qué (con cara de frustración).
- Mira, Katy suele hacerte así (me toca el brazo como acariciándome) pone su cara de niña buena y te dice - “se me antoja esto y esto otro”. Y todos mis amigos piensan que ya se la van hacer novia, caen redonditos y ahí están tras de ella comprándole e invitándole cosas.
- Pues no funciona cuando somos ñoños (la verdad mi argumento era débil si conociera más mi historial sentimental). Tú me la presentaste y ¡yo! no “salí” con ella.
- Cómo no, sí la invitaste a “salir”.
- No, no la invité a salir (con cara de extrañado y mi amiga se me queda viendo incrédula). Qué ¡no! la invité a salir.
- La invitaste un café.
- No la invité un café, me quería vender una “Inversión”.
- No importa, le pagaste el café (yo riéndome).
- Eso no es “salir”, me quería vender algo (me interrumpe) - los que te quieren vender algo siempre te invitan las cosas Quino.
- No es que Katy se quiera aprovechar, pero como ve que mis amigos se pasan de “buenos” (creo que quería decir estúpidos), ella saca ventaja de su toque femenino.
- A ver, ¿me habías contado que a Katy la conociste porque fue novia de un primo tuyo?
- Sí.
- Me habías dicho que tu primo la había tratado muy mal, habían durado alrededor de 4 años de novios y, aunque se la llevaba muy bien con tu familia, tu primo la traía como un llavero en el bolsillo. ¿Cómo es posible que una mujer, que sufrió de esa manera, puede aprovecharse de otros hombres?
- Pues créelo, así es ella, así son las mujeres, así somos. Por eso le digo a Harold que no se ilusione.
- Pero su vida pasada puede indicar lo contrario.
- Hay Quino (pegándose en la frente como diciéndome, qué estúpido eres).
- Cuando se está enamorado dejas que sucedan muchas cosas que te hieren, pero aún así sigues en la relación.
- Ahhh. je ne comprends pas; I don't understand. Entonces, ¿nacen o se hacen?
- Nacemos (riéndose despiadadamente).
- Mmm, yo no haría eso.
- No, claro que no, porque eres hombre.
- Entonces, Harold, está en peligro.
- Sí, ella no quiere nada con él y Harold no quiere hacerme caso o no me entiende.
- Yo no te hubiera hecho caso, creo que nosotros, los ñoños, es la única forma de acércanos con una persona del sexo contrario. A mí no me gusta Katy, es muy linda y simpática, pero cuando platiqué con ella, no me gustó su forma de pensar. Me platicó de la forma en que compró su primer coche, que fue de agencia, todo por su habilidad en los negocios, hasta ahí estaba bien, no siempre conoces a alguien que en la prepa ya tenía un coche sin que nadie le ayudara y, sobre todo, viniendo de una familia humilde. Mientras ella me hablaba de las cifras que podía invertir y cómo su empresa lo haría. Yo le contesté con mi discurso común de teoría política y vida cotidiana. Le respondí -como en un debate- que no me estaba vendiendo una inversión, sino un seguro contra la incertidumbre de la economía de mercado y… (me interrumpe de nueva cuenta).
- Pero le pagaste el café.
- No tomé café, tomamos limonada natural (y seguí caminando con mi amiga ñoña hasta la biblioteca de la UNAM, pensativos).
A Harold lo conocí en un debate; el estaba a favor de la interrupción del embarazo y yo contra él. Y siempre que lo veo platicamos de política y del avance de la física. Está por comenzar el doctorado en física y ha estado en Massachusetts Institute of Technology y pronto en una conferencia en Bélgica. Siempre creí que Harold no lidiaba con estos problemas del corazón, de los sentimientos no correspondidos. Debí darme cuenta, él se parece tanto a mí: guarda todos los recibos de compra; apaga con el pie las colillas de cigarro cuando las ve en el piso encendidas; le gusta la política y la física; no fuma; no bebe alcohol; mantiene el orden en su habitación; siempre planea sus rutas -tiempo y distancia- antes de salir; siempre compara los productos que va a comprar (cerciorando donde fueron fabricados o ensamblados, evaluando si en dicho lugar no explotaban personas, verifica si tiene la Norma Oficial Mexicana, entre otras cosas similares); evalúa la necesidad de comprar productos suntuarios; se desinfecta a sí mismo y las cosas que utiliza; se lava las manos antes y después de utilizar el transporte público o cosas que están al alcance de todo mundo.
Pero tal vez él se hace más responsable de sí mismo, disfruta su tiempo libre: va al teatro, al cine, a comer, a los conciertos, viaja solo sin que le importe si alguna mujer acepta acompañarlo a esos lugares. Debería aprender de su actitud y dejar que la soledad me acompañe. En fin, ojalá algún día ya no me importe la compañía de nadie.
Quino
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