Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas,
que estas cosas no duran toda la vida.
Tráncito Ariza
No hay mayor gloria que el de morir por amor.
Florentino Ariza
Verá, mi pequeña Amélie, usted no tiene los huesos de cristal.
Podrá soportar los golpes de la vida.
Pero si usted deja pasar esta oportunidad,
con el tiempo su corazón se volverá seco y frágil como mi esqueleto.
Dufayel
Ojalá pueda olvidar los momentos, los lugares y los sentimientos en los que te he santificado, porque hay momentos en los que quisiera llorar desconsoladamente, pero no por ti, sino por aquella avidez de tener los sentimientos de amor de alguna persona. Y sin embargo, no puedo llorar de esa manera: la otra vez me di cuenta que son muchas las ocasiones en las cuales soy el factor que da ánimo a alguna alma desahuciada, soy el amigo que siempre debe tragar las penas de los demás.
Sinceramente, no quiero llegar a viejo si haber sentido alguna vez el amor de otra persona, la mirada limpia y divina del amor, las palabras sacramentales del cariño, un “te quiero” esporádico y en secreto publicitado. De nada sirve contemplar. No entiendo cómo es que las personas se aman.
Hoy estoy muy triste y no tengo en quién confiar para decírselo, para que me aconseje. Sólo cuento con usted, que me está leyendo. Debería preguntarle a cada una de las personas de las cuales me he enamorado qué tengo que no soy nada atractivo, ni objetiva y ni subjetivamente: ¿Qué tengo?
El sábado pasado, regalé una novela que me gusta mucho: Las batallas en el desierto, es una bella prosa del imposible amor, de amar infinitamente y encontrar el abismo de la locura, en el abismo bello de lo imposible: "Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza" ¿Cuál será el cemento del amor? Se lo regalé a una abogada que conocí en una esporádica plática. Se lo regalé porque me presumió que era pintora, pero lo hizo de una forma tal que se sentía orgullosa. Yo le conté que era politólogo y que trataban de combinar la poesía con la filosofía política. Ella me dijo que de alguna manera lo hacía con la pintura; interpretaba la ley de acuerdo a sensibilidad artística de un observador de arte.
En efecto, ni siquiera pregunté su nombre, ni siquiera sé cómo pude hablarle sin ponerme nervioso. Sólo le ofrecí disculpas por atreverme a obsequiarle un libro que compré “para cualquier persona especial” en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y ella me pareció especial. Así, sin conocernos ella lo aceptó. Y después no supe nada de ella y no le pedí nada a cambio, sólo esperaba que le sirviera en su arte y en su arte jurídico.
Tendré que pensar muchas cosas antes de implementar mi endlösung. Antes de convertirme en un simple medio para fines ajenos. Igual, el amor siempre me sentará bien, irremediablemente estoy condenado a amar sin correspondencia, ya debería acostumbrarme. En fin.
Quino
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