Esta mañana desperté pensando en lo sucedido el año pasado. El día en que se organizó una posada con todos los estudiantes del posgrado y se llevó a cabo en una calle cercana de la Preparatoria en la cual hice mis estudios. Aquella mañana estaba en una reunión de la organización política de izquierda en que simpatizo, al final de mis colegas me prestaron algunos libros que me servirían para realizar el protocolo de investigación.
Ya pasaba el mediodía cuando caminé, con montón de libros, hacia la estación San Jacinto. Tenía la mente ocupada con lo que se había discutido y, un poco, con el pendiente de los ensayos que debía entregar. Quería llegar a la maestría temprano en la calle Liceo para buscar más textos en la biblioteca. Allí mismo nos reuniríamos algunos amigos para ir al lugar de la posada. En realidad, no tenía necesidad de hacer ese viaje porque ya sabía la ubicación del lugar.
Realicé mis estudios de bachillerato en esa prepa, ya se lo había dicho a ella, pero no le dije que era muy probable que ya conociera la casa donde vivía en Guadalajara. Cuando estuve en la prepa, llegaba muy temprano, no me gustaba ir más tarde porque los camiones de la ruta 33-A iban repletos. En ese entonces no sabía andar en bicicleta (aprendí a mediados del 2004, y la preparatoria la hice del 2000 al 2003), y un vecino se iba en bici y, francamente, me daba mucha envidia. Recuerdo que una vez hice 15 minutos de mi casa a la prepa, cuando normalmente la ruta es de 30 minutos, fue la vez que llegué a las 6.10 am cuando la prepa la abrían a las 7.00 am.
Llegaba muy temprano a la prepa, y entonces decidía caminar por las calles cercanas a ella para hacer tiempo, y recuerdo que pase muchas veces por la casa donde, ahora sé que, vive en Guadalajara. Claro, ya sabía donde vivía, recuerdo muy bien ese ventanal, lo recuerdo porque siempre me fijo en las fachadas de las casa que se me hacen bonitas.
Cuando terminé de buscar en la biblioteca de la maestría, ya estaban mis amigos esperando, y ella sentada dando la espalda a la entrada de la biblioteca, entonces me acerqué sigilosamente para sorprenderla, pero algo sucedió que se dio vuelta y me recibió con una sonrisa.
Compramos algunas cosas en el mercado que está de pasada a la espera del camión, de hecho es la ruta 33-A. Platicamos un poco, ella llevaba una abultada mochila -siempre su mochila se veía muy llena-. Abordo del camión, nos tocó irnos parados y cuando se desocupó un asiento ella se sentó y me dijo que si me ayudaba con mi mochila, la cual estaba muy pesada, pero no lo acepté, le dije que estaba bien. Llegamos a su casa cerca de la prepa dos y caminé a su lado.
La comida de la posaba eran los tamales que nos prometió. Estaban muy exquisitos. Conformé avanzó la tarde, platicábamos en retrospectiva de la maestría. El ambiente era un poco extraño ya que se dio una especie de división de hasta tres grupos. A mí no me importaba, yo estaba a gusto.
Durante la tarde, ella me recordó una conversación previa que habíamos tenido en el Messenger, en aquella conversación quedamos en que bailaríamos. ¡Rayos! yo no bailo, pero quería bailar con ella. Sería la primera vez que bailara voluntariamente y le prometí que bailaríamos. En realidad no creí que aceptaría, de hecho dudé hacerlo cuando me recordó la promesa.
Al final de cuentas bailé con ella. Me estuve disculpando porque no sabía bailar, pero ella se veía divertida que nada más me importó. Y seguí bailando con ella, no quería bailar con nadie más que ella. Así lo hice, y no quería que se acabara la música y para seguir bailando. Al principio, bailé con ella de forma separada y, más adelante, le pedí que bailáramos más cerca, no creí que aceptaría, pero lo hizo. Y fue así como bailé muy junto con ella; quería sentir su calor, su aliento, su piel, quería sentir su alegre mirada. Me pareció de lo más lindo, claro, debo admitir que me llamaba mucho la atención. Alguien más me sacó a bailar, pero ni recuerdo quien era. En fin, sólo quería hacerlo con ella.
Sin embargo, noté un cambio en ella. Notaba las veces que revisaba su Blackberry. Sentados, yo frente a ella, la contemplaba preguntándole en silencio: ¿Qué tienes que no puedo dejar de pensar en ti? Ante el bullicio de la fiesta notaba una preocupación en su expresión. Estaba esperando a alguien y no llegaba. Mandó algunos mensajes, habló por celular.
Más tarde, aún sentada frente de mí, recibió una llamada de esa persona que esperaba, y ella dijo un tanto exaltada: -¿dónde estás?... ¿y por qué no te pasas?- Tal vez ella no se dio cuenta de que la puerta de la cochera donde estábamos la habían cerrado y la persona que esperaba no podía entrar. Ella salió a recibirlo. Alguien estaba charlando conmigo, pero no presté atención sólo me quedé viendo que esa persona era la misma que había conocido en la primera clase de mi orientación y que me presentó por su nombre en la biblioteca de la maestría.
Él llevaba una bolsa de papel con un regalo. Ese regalo era para ella, lo vi cuando se lo dio. Entonces mi expresión y ánimo cambió, pero el de ella fue más feliz. Luego se sentaron frente de mí, pero ya no me ponía atención, sólo estaban allí; ella aún lado de él. Ella le había obsequiado un kínder sorpresa. Estaba seria pero ya no estaba preocupada. En efecto, era al que ella denominaba como su “no-novio”, no era su novio, pero como si lo fuera -según palabras de ella-.
De alguna forma ya no me sentí bien, entonces fui con mis amigos -que me habían pedido desde antes que nos retiráramos-, a decirles que ya era hora de irnos. Ella estaba con él en aquel círculo de conversación que se hizo con el otro grupo de la maestría. Estaba solamente contemplándolos así que retirarme era lo más prudente.
Se veía muy linda ella con sus botas enormes, me acerqué con ella para despedirme, realmente me importaba despedirme de ella para darnos nuestro abrazo de navidad, no me importaban los demás. Cuando me acerqué a él; a su “no-novio”, sólo apresté a darle la mano.
Lo que más adelante sucedió está contado en el presente blog. Era el comienzo de mi derrota sentimental, del quiebre de mi corazón y de la nostalgia peor. Un mes más adelante, ella y él; ellos, formalizaron su noviazgo. Mi derrota fue total desde antes que la conociera, no hubo oportunidad de operar ni tácticas ni estrategias. Sus estrellas de papel, su block de post-it escritas con bellas frases surtieron efecto en él. Y ambos corazones se pertenecieron en ellos.
Quién diría que era la primera y última vez que bailaría con ella. No cabe duda que siempre es tarde para mí.
Quino
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