sábado, 24 de diciembre de 2011

Ya que para despedirme


A veces me pregunto, ¿qué hace tan especial una redacción que es al mismo tiempo tan bello y tan triste? Ojalá pudiera escribir como un poeta, y poder referirme a ella como los versos de la lira más hermosa del mundo. Feliz Navidad a los lectores, ojalá algún día se animen a escribirme y a aconsejarme.

Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,

háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.

Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.

Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.

Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.

Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.

Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.

Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.

Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.

Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.

En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.

Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.

Más, ¿por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?

En fin, te vas, ¡ay de mí!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.

¿Posible es qué ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?

¿Posible es qué ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?

Ay, mi bien, ¡ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?

Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.

Mas ya que es preciso, ¡ay triste!,
en mi infeliz suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,

dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.

No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.

Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.

Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.

Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.

Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.

Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.

Juana de Asbaje (1651-1695)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Adoro

Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas,
que estas cosas no duran toda la vida.
Tráncito Ariza

No hay mayor gloria que el de morir por amor.
Florentino Ariza

Verá, mi pequeña Amélie, usted no tiene los huesos de cristal.
Podrá soportar los golpes de la vida. 
Pero si usted deja pasar esta oportunidad,
con el tiempo su corazón se volverá seco y frágil como mi esqueleto.
Dufayel

Ojalá pueda olvidar los momentos, los lugares y los sentimientos en los que te he santificado, porque hay momentos en los que quisiera llorar desconsoladamente, pero no por ti, sino por aquella avidez de tener los sentimientos de amor de alguna persona. Y sin embargo, no puedo llorar de esa manera: la otra vez me di cuenta que son muchas las ocasiones en las cuales soy el factor que da ánimo a alguna alma desahuciada, soy el amigo que siempre debe tragar las penas de los demás.
Sinceramente, no quiero llegar a viejo si haber sentido alguna vez el amor de otra persona, la mirada limpia y divina del amor, las palabras sacramentales del cariño, un “te quiero” esporádico y en secreto publicitado. De nada sirve contemplar. No entiendo cómo es que las personas se aman.
Hoy estoy muy triste y no tengo en quién confiar para decírselo, para que me aconseje. Sólo cuento con usted, que me está leyendo. Debería preguntarle a cada una de las personas de las cuales me he enamorado qué tengo que no soy nada atractivo, ni objetiva y ni subjetivamente: ¿Qué tengo?
El sábado pasado, regalé una novela que me gusta mucho: Las batallas en el desierto, es una bella prosa del imposible amor, de amar infinitamente y encontrar el abismo de la locura, en el abismo bello de lo imposible: "Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza" ¿Cuál será el cemento del amor? Se lo regalé a una abogada que conocí en una esporádica plática. Se lo regalé porque me presumió que era pintora, pero lo hizo de una forma tal que se sentía orgullosa. Yo le conté que era politólogo y que trataban de combinar la poesía con la filosofía política. Ella me dijo que de alguna manera lo hacía con la pintura; interpretaba la ley de acuerdo a sensibilidad artística de un observador de arte.
En efecto, ni siquiera pregunté su nombre, ni siquiera sé cómo pude hablarle sin ponerme nervioso. Sólo le ofrecí disculpas por atreverme a obsequiarle un libro que compré “para cualquier persona especial” en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y ella me pareció especial. Así, sin conocernos ella lo aceptó. Y después no supe nada de ella y no le pedí nada a cambio, sólo esperaba que le sirviera en su arte y en su arte jurídico.
Tendré que pensar muchas cosas antes de implementar mi endlösung. Antes de convertirme en un simple medio para fines ajenos. Igual, el amor siempre me sentará bien, irremediablemente estoy condenado a amar sin correspondencia, ya debería acostumbrarme. En fin.







Quino




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sábado, 10 de diciembre de 2011

Aquel día, cuando bailé con ella (editado)

Esta mañana desperté pensando en lo sucedido el año pasado. El día en que se organizó una posada con todos los estudiantes del posgrado y se llevó a cabo en una calle cercana de la Preparatoria en la cual hice mis estudios. Aquella mañana estaba en una reunión de la organización política de izquierda en que simpatizo, al final de mis colegas me prestaron algunos libros que me servirían para realizar el protocolo de investigación.
Ya pasaba el mediodía cuando caminé, con montón de libros, hacia la estación San Jacinto. Tenía la mente ocupada con lo que se había discutido y, un poco, con el pendiente de los ensayos que debía entregar. Quería llegar a la maestría temprano en la calle Liceo para buscar más textos en la biblioteca. Allí mismo nos reuniríamos algunos amigos para ir al lugar de la posada. En realidad, no tenía necesidad de hacer ese viaje porque ya sabía la ubicación del lugar.
Realicé mis estudios de bachillerato en esa prepa, ya se lo había dicho a ella, pero no le dije que era muy probable que ya conociera la casa donde vivía en Guadalajara. Cuando estuve en la prepa, llegaba muy temprano, no me gustaba ir más tarde porque los camiones de la ruta 33-A iban repletos. En ese entonces no sabía andar en bicicleta (aprendí a mediados del 2004, y la preparatoria la hice del 2000 al 2003), y un vecino se iba en bici y, francamente, me daba mucha envidia. Recuerdo que una vez hice 15 minutos de mi casa a la prepa, cuando normalmente la ruta es de 30 minutos, fue la vez que llegué a las 6.10 am cuando la prepa la abrían a las 7.00 am.
Llegaba muy temprano a la prepa, y entonces decidía caminar  por las calles cercanas a ella para hacer tiempo, y recuerdo que pase muchas veces por la casa donde, ahora sé que, vive en Guadalajara. Claro, ya sabía donde vivía, recuerdo muy bien ese ventanal, lo recuerdo porque siempre me fijo en las fachadas de las casa que se me hacen bonitas.
Cuando terminé de buscar en la biblioteca de la maestría, ya estaban mis amigos esperando, y ella sentada dando la espalda a la entrada de la biblioteca, entonces me acerqué sigilosamente para sorprenderla, pero algo sucedió que se dio vuelta y me recibió con una sonrisa.  
Compramos algunas cosas en el mercado que está de pasada a la espera del camión, de hecho es la ruta 33-A. Platicamos un poco, ella llevaba una abultada mochila -siempre su mochila se veía muy llena-. Abordo del camión, nos tocó irnos parados y cuando se desocupó un asiento ella se sentó y me dijo que si me ayudaba con mi mochila, la cual estaba muy pesada, pero no lo acepté, le dije que estaba bien. Llegamos a su casa cerca de la prepa dos y caminé a su lado.
La comida de la posaba eran los tamales que nos prometió. Estaban muy exquisitos. Conformé avanzó la tarde, platicábamos en retrospectiva de la maestría. El ambiente era un poco extraño ya que se dio una especie de división de hasta tres grupos. A mí no me importaba, yo estaba a gusto.
Durante  la tarde, ella me recordó una conversación previa que habíamos tenido en el Messenger, en aquella conversación quedamos en que bailaríamos. ¡Rayos! yo no bailo, pero quería bailar con ella. Sería  la primera vez que bailara voluntariamente y le prometí que bailaríamos. En realidad no creí que aceptaría, de hecho dudé hacerlo cuando me recordó la promesa.
Al final de cuentas bailé con ella.  Me estuve disculpando porque no sabía bailar, pero ella se veía divertida que nada más me importó. Y seguí bailando con ella, no quería bailar con nadie más que ella. Así lo hice, y no quería que se acabara la música y para seguir bailando. Al principio, bailé con ella de forma separada y, más adelante, le pedí que bailáramos más cerca, no creí que aceptaría, pero lo hizo. Y fue así como bailé muy junto con ella; quería sentir su calor, su aliento, su piel, quería sentir su alegre mirada. Me pareció de lo más lindo, claro, debo admitir que me llamaba mucho la atención. Alguien más me sacó a bailar, pero ni recuerdo quien era. En fin, sólo quería hacerlo con ella.
Sin embargo, noté un cambio en ella. Notaba las veces que revisaba su Blackberry. Sentados, yo frente a ella, la contemplaba preguntándole en silencio: ¿Qué tienes que no puedo dejar de pensar en ti? Ante el bullicio de la fiesta notaba una preocupación en su expresión. Estaba esperando a alguien y no llegaba. Mandó algunos mensajes, habló por celular.
Más tarde, aún sentada frente de mí, recibió una llamada de esa persona que esperaba, y ella dijo un tanto exaltada: -¿dónde estás?... ¿y por qué no te pasas?- Tal vez ella no se dio cuenta de que la puerta de la cochera donde estábamos la habían cerrado y la persona que esperaba no podía entrar. Ella salió a recibirlo. Alguien estaba charlando conmigo, pero no presté atención sólo me quedé viendo que esa persona era la misma que había conocido en la primera clase de mi orientación y que me presentó por su nombre en la biblioteca de la maestría.
Él llevaba una bolsa de papel con un regalo. Ese regalo era para ella, lo vi cuando se lo dio. Entonces mi expresión y ánimo cambió, pero el de ella fue más feliz. Luego se sentaron frente de mí, pero ya no me ponía atención, sólo estaban allí; ella aún lado de él. Ella le había obsequiado un kínder sorpresa. Estaba seria pero ya no estaba preocupada. En efecto, era al que ella denominaba como su “no-novio, no era su novio, pero como si lo fuera -según palabras de ella-.
De alguna forma ya no me sentí bien, entonces fui con mis amigos -que me habían pedido desde antes que nos retiráramos-, a decirles que ya era hora de irnos. Ella estaba con él en aquel círculo de conversación que se hizo con el otro grupo de la maestría. Estaba solamente contemplándolos así que retirarme era lo más prudente.
Se veía muy linda ella con sus botas enormes, me acerqué con ella para despedirme, realmente me importaba despedirme de ella para darnos nuestro abrazo de navidad, no me importaban los demás. Cuando me acerqué a él; a su “no-novio”, sólo apresté a darle la mano.
Lo que más adelante sucedió está contado en el presente blog. Era el comienzo de mi derrota sentimental, del quiebre de mi corazón y de la nostalgia peor. Un mes más adelante, ella y él; ellos, formalizaron su noviazgo. Mi derrota fue total desde antes que la conociera, no hubo oportunidad de operar ni tácticas ni estrategias. Sus estrellas de papel, su block de post-it escritas con bellas frases surtieron efecto en él. Y ambos corazones se pertenecieron en ellos.
Quién diría que era la primera y última vez que bailaría con ella. No cabe duda que siempre es tarde para mí.
Quino

Derechos Reservados © 2011; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.