lunes, 7 de diciembre de 2015

El paso siguiente

Los besos por escrito no llegan a su destino,
se los beben por el camino los fantasmas.
F. Kafka

Ha leído un libro, uno de aquellos que compró en la feria del libro. Los mismos pensamientos que muy a menudo tiene sobre ella lo han dejado leer solo tres páginas: La historia de una mujer que desaparece y lo difícil que es ocultar lo que se siente por ella. Le ha calado y se ha puesto a escribir estas líneas. Lleva días esperando contestar, se ha resistido porque es un ciclo que camina sin llevar a ningún lado. Le arrancó las alas… ¿le arrancó las alas?

Ella no lo busca, no porque no quiera, aunque le hace falta. También siente un vacío sin ella. Él lo niega en cada momento, se lo niega a sí mismo. No puede olvidar la última vez que la sujetó con firmeza de la mano, en medio de aquel centro comercial, en medio de otras personas que no se daban cuenta de lo que acontecía. –Quédate conmigo–, le dijo sosteniendo su mano y ella alejándose con el frío recorriendo su cuerpo.

Unos días después, el tiempo suficiente para ajustar los 5 años, 27 días y un par de horas desde que se conocieron, decidió lo que para ella era inevitable: tal vez el paso siguiente. La propuesta que cortó sus alas. Se dio cuenta de lo terrible que era cuando de ella brotaron las lágrimas. –Nunca la vi llorar por mí– pensó. Pese a esto, él quiso besarla, y le pidió que se quedara con él. No quería hacerlo, pero era el paso siguiente.

Los días que pasaron y todavía hoy, ha evitado el encuentro. La ha visto a metros de él, en el pasillo, al bajar las escaleras, en la cafetería, en el estacionamiento, con la duda de haber hecho lo correcto. Se ha quedado muchas veces con el corazón apachurrado que ahora se lo apachurró a sí mismo. No hay peor distancia que la del corazón.

Tal vez un día la busque, un día que sea tarde para ambos. Sí, te extraña, sí me haces falta.


jueves, 26 de noviembre de 2015

Si supieras

que no me canso de pensar en ti...

But in my heart I wanted more.






Joaquín Monroy 

domingo, 20 de septiembre de 2015

Te amaré

Te amaré

Lento desde hace siglos,
remoto -nada hay detrás-,
lejano, lejos, desconocido.

No fue nada fácil, nada fácil decirte buenas noches y que te quería la noche anterior a ese día. Había pasado la semana completa en busca de un equilibro entre mi amor que resiste y tú. Pensé que tiempo atrás lo había resuelto. Que sería tu amigo, que tendría la mente fría para alojar en mi interior lo que en verdad me llama a ti. Que bien podría recordarte de vez en cuando lo mucho que me gustas y que no es la amistad lo que me mueve contigo. Que si te busco es porque quiero que seas mi pareja (así: quiero que seas).

Soy esa paloma que se equivocaba. Pero, cómo lo has relatado, no es que me equivocara sobre lo que siento por ti, sino en no aprovechar para mí esas oportunidades, por más encriptados, para pedirte que te quedarás conmigo. No sé cómo resuelves que no serías feliz conmigo como pareja. Yo no puedo adivinarlo ni por revelación. Sólo que me esforzaría por hacerte la mujer más feliz, no del mundo, pero sí para tu vida.

Cuando estuve frente a ti, en esa calle, y notando que no me buscabas con la mirada, había pensado en ir a tu lado a ver si, por alguna extraña razón, me pedías que no me fuera de tu vida. En medio de esa calle, con todos esos automóviles, hacer eso era lo que justamente me habías pedido: que me cuidara. Correr tras de ti para que no te fueras de mi lado, lo había hecho tantas veces y así me sentí muchas veces al despedirnos.

Todos los días he pensado en ti: 5 años, 27 días y un par de horas desde que te conocí e hiciste de mi vida el futuro que quise para mí. Todos los días esperé saber de ti, porque estoy infinitamente loco por ti. Cada día esperé que estuvieras bien, porque eso me hace feliz, aunque son contados los días que pasé contigo. Y nunca pude besarte y así me tocará vivir. Vivir sin ti y cuidándote aunque sea pensando que estás bien.

Me equivoqué en no irme contigo cuando estabas lista. Todavía hoy siento que me equivoco con esta decisión. También me quedo con las ganas de hacer muchas cosas a tu lado y contigo. Espero que seas digna del amor que trato de romper.

Te amaré.

“Los besos que perdí, por no saber decir: te necesito”


Pd: Quédate conmigo.

viernes, 13 de marzo de 2015

Soneto XXII


Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angol, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.



viernes, 27 de febrero de 2015

Canción de invierno y de verano


Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los baladros soleados arrastran por la superficie del Pacífico sur bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
— rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.