miércoles, 29 de octubre de 2014

Ahora


Sorprende que uses esa expresión. Cuando salía de mí reclamabas exigiendo que no usara el pronombre de primera persona en plural. También sorprende que justo ayer me hiciera esa pregunta en un ejercicio de sinceridad. No supe responderme. Sé que te extraño e inmediatamente me desdigo como esperando cambiar mi actitud.
Tampoco sé si te amo, pero te quiero. Sé que ambos hemos cambiado, de algún modo hemos cambiado. Una vez me preguntó si aun pensaba en ti. La puse triste cuando mi expresión, más que mi respuesta, cambió al decirle que te extrañaba. ¿Qué expresión habré puesto? También me quedé con la idea que no me querías en tu vida. Así fue como sobrellevé mi vida sin ti.
La experiencia contigo es que no puedo confiar, porque siempre lo elegiste a él. Siempre, o él o tú, volvían. Te veía, leía, sentía tan segura que todo en mí fue naufragio. Puse mi amor en un escaparate y me dediqué a mi negocio. Negocio que me llevó a muchos lados y personas. Quise ser feliz y logré hacerlo por cuenta propia.


Ahora, no me siento bien.

Joaquín

Derechos Reservados © 2014; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos

sábado, 25 de octubre de 2014

Seis meses


Sobre el pasillo hojas crujían envueltas en la sombra, no tenía idean de cómo llegaron. El viento que rechifla deslizándose por la pared del edificio era una buena hipótesis. Una puerta, diecisiete escalones nivel por nivel, una puerta, una puerta, el tungsteno de la ciudad se cuela por la pared donde se desliza el viento y penumbra. El cielo de Monet sobre la avenida, sobre la fuente de La Normal. Smog, ruido y pesado aliento de ciudad en las misteriosas viviendas del centro de Guadalajara.

De pequeño siempre creí que al centro sólo se venía cada mañana del 16 de septiembre, a las compras de la Parisina, para huir de los portales al insoportable olor de las donas en aceite de coco, para estar en el regazo de mi madre que me llevaba a comer al desaparecido Mercado Corona o para ir a la lucha libre en las cercanías de Obregón. Por su puesto, pensaba que nadie vivía en el centro y todos los camiones no iban a él sino para regresar a la periferia. El adoquín rojizo y blanquecino sirve también de suelo para quien compra la merienda de quien amanece en el viejo centro.  Ahora lo sé.

Vivir sin la familia y la triste distancia de quienes, sin serlo, te dicen papá. Supe valorarlos todavía más, a mi padre sobre todo quien para dirigirse a mí habla de usted cada vez que los visito, como si salirme de la casa le haya dolido en el orgullo. Dejé la casa, no el hogar. También mi padre tomó rumbo a esta ciudad de la pequeña porción de tierra purépecha donde creció sin más educación que la recibida en dieciocho años y con más sabiduría de los trabajos con mi abuelo en las casonas de adobe y tejas, en la experiencia de la capitanía de puerto y en el pastoreo de vacas en el cerro a penas asomado el Sol, bebiendo agua del rocío en las plantas.

Despertar en el suelo sin tener alimentos, amagarse en mezclilla o en algodón y poliéster cuando hay junta o clases por la noche. Estrechar la mano de un presidente derrocado, un líder de partido, ex candidatos, directivos de Twitter. Bases de datos y códigos entre varianzas y tablas de contingencia, GPS y representatividad geográfica de la muestra, un amor e incontables horas en el computador, las reuniones, los galletas de la máquina y el café en INTEL, la vida tendida en una silla neumática, trabajar en la madrugada para los enlaces en China. Tamales en Circunvalación, dulces en la tienda de París, fruta picada de Lope de Vega, gorditas de chicharrón en Lerdo de Tejada, las ensaladas en Centro Magno y los pastes en Juárez.

Vivir en el centro y no pasear en él: las idas al Walmart en Patria o el Aurrerá de Chapultepec, el Soriana de Colón, 35 minutos caminando a la casa donde duermo y mi hogar en la Estancia o en el Zalate. La vista magnífica, por un lado el centro, por el otro, muy lejos, lo árboles de El Centinela, el escritorio dará al ventanal hacía la avenida, la copa de las ceibas me distraerá. Los motores; cambios de velocidad; el dual y el claxon son los efectos perniciosos de mi ideal.

Una mesa, dos sillas; el comedor. La alacena, una bolsa tejida, el fregador y una parrilla, tres platos, tres vasos, dos cazuelas, una de barro pesado; la cocina. Un clóset, una mesita, dos bancos, cobijas sobre el suelo; el dormitorio. Vivir al día en seis meses. Pagar la renta, vivir sin ti y seguirás con él.

Joaquín

Derechos Reservados © 2014; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos