“Todas las personas tenemos un amor imposible…” Sí, ella había escrito
así alguna vez, así lo recuerdo. Dialogar con ella siempre me dejaba lecciones.
Absolutamente no sabía nada de la vida y fue ella quien me acompañó 1,346 días,
192.29 semanas, 44.87 meses o 3.69 años hasta el 28 de abril de 2014, cuando por
fin me di cuenta que era un estorbo para ella. Me sentí francamente decepcionado.
Me tenía miedo. Después de todo, era cierto, me aferraba a ese imposible. Poco
menos de ese lapso de tiempo, ella fue el amor que me gustaba. Hasta que hice
exactamente lo que ella me pedía: que me fijara en alguien más, porque lo
nuestro, corrijo, porque lo mío era imposible.
Me faltó humildad para aceptar la situación, me faltó valentía para
dejarla seguir sin mí. No importa, siempre procuraba que estuviera bien. La
quise bien, con la poca inteligencia sentimental que me tuve. Me moría de ganas
de que ella sintiera algo por mí. Sin embargo, nada de esto vale ya, porque
sucedió lo que ella dijo que sucedería; alguna mujer estaba hecha para mí.
Así fue. La persona que me daba consejos y ánimos para defender lo que
sentía por ella. La mujer que con sus palabras revertía parte de mi tristeza,
aquéllas que me fortalecía y protegían. La mujer que defendí en cada etapa
convulsa de su vida, sin esperar nada a cambio sino por el mero vínculo de
nuestra amistad. Aquélla que me rechazó y me pidió que fuera solamente su amigo
cuando le revelaron mis nuevos sentimientos hacía con ella. La mujer con la que
ahora construyo la felicidad con una familia planeada y cultivada.
Yo soy “yo”, ella es “ella”, con alegría, con amor. La reafirmación de
nuestras personas nos permite cobijarnos en amor. Porque en “nosotros” se
diluye el individuo (qué va, soy un liberal en todo el sentido político). Sencillamente,
la quiero porque sos. Es así la dialéctica del amor.
Hoy no tengo ninguna duda, me quiero con ella.
PD: Los pactos deben ser cumplidos. Gracias por haber sido el amor de mi vida, pero, como te dije un día, sigo pensando que él hará un pequeño esfuerzo y volverás con él: un ramo de flores bastará.