lunes, 10 de junio de 2013

Junio 10, mes 06



“Aceptamos el amor que creemos merecer”
Las ventajas de ser invisible

“Estás en un punto donde no te puedes ayudar a ti mismo”; “a veces confundimos por amor con aquel vacío que tenemos con alguna necesidad que no ha sido cubierta”; “no te confundas, ella no te quiere: así diga lo que diga, sus acciones muestra otra cosa, pero no lo que tú quieres”; “ya no sé qué decirte, pero aún te puedo ayudar… (y me recomienda a su terapeuta)”; “los de tu profesión no van a terapia muy seguido, ¿verdad?”; “probablemente te ama, pero si ambos sufren por esto no será mucho el amor”; “si ella te necesita, pero te esconde, deja de preocuparte por ella, que arregle sus asuntos con quienes sí quiere estar: no te hundas tú. Me has ayudado mucho, no puedo creer que estés así”. Y siguen los argumentos ¿Qué hacer? No me alcanza nada para comprender qué me sucede, por qué he dejado que esto ocurra, qué necesidad tengo de necesitarla. Ella es un encanto, a pesar de todo.

Y sin embargo…
Fui a buscarla, me arriesgué a hacerlo, tuve el atrevimiento de presentarme en su casa. Lo hice habiendo eliminado el deseo de verla frente a frente, para no romperme el corazón si no me recibía. Ella no estaba en su casa. Más tarde me buscó, no fueron más de 15 minutos en aquella banca a fuera de la iglesia. Mi vida ilusionada, mi sonrisa por ella. La alegría floreció en mí cuando escuché su voz, cuando la miré llegar. Fue tan dulce el momento, aunque ella se veía con el semblante triste: y tuvo la fuerza de regalarme una foto con ella. Olía tan fresca, se veía tan bien: sentir su cabeza en mi hombro, imaginar sentir sus latidos cerca de mi pecho. Fue mágico. El paraíso en la Tierra.

PD: Con la paz en las montañas…



Quino
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