domingo, 10 de marzo de 2013

Marzo 10, mes 09



Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
Rosario Castellanos

Una vez más. Traté de sacarla de mi vida, pero no puedo. Acepté por un momento reiniciar nuestra amistad, sin embargo, ella no olvida y yo no dejo de abrigarla con el sentimiento de amor. No sé por qué sigo intentando, si por otro lado me siento derrotado por ella misma. Me gusta escuchar lo que me dice, es tan simpática y divertida. Desde que la conozco, siempre que me acuerdo de ella tengo sólo una sonrisa como respuesta. ¿Qué pensara ella de mí?
Quino

Derechos Reservados © 2013; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.

viernes, 8 de marzo de 2013

¿Por qué no me preguntó a qué me dedicaba?


23 de enero 2013, miércoles


Hace varias semanas, salí a correr por la noche y cuando regresaba a la casa miré varias baterías regadas por el piso. Detuve mi paso, las tomé una a una. Delante de mí, se acercaba una persona que por fijarme en las baterías en el suelo sólo había notado que venía en mi dirección. Tenía las cuatro baterías en la mano cuando fui levantando la mirada. La chica que venía hacía mí se había detenido y noté su sonrisa. 

Entonces el recuero. Ambos coincidimos en la escuela primaria, pero en clases distintas. Me acuerdo mucho de ella porque me fascinaba mirarla; era (y sigue siendo) una mujer que destellaba ternura. Conforme fuimos madurando me di cuenta que se hizo una mujer bastante atractiva. Ella siempre llegaba temprano, pero a diferencia de mí, se iba directo a su salón de clases, yo me quedaban en las gradas del patio cívico y de frente al asta bandera de la primaria Sor Juana Inés.

En quinto de primaria crucé mis primeras palabras con ella, en efecto, era bastante dulce al hablar. Practicábamos un baile, pero no recuerdo para qué festival. Ella estaba a dos parejas de mí. En un descanso, sentados en el piso, hubo algo chistoso y se dirigió conmigo para comentarlo. Me sorprendió que me hablara si nunca lo habíamos hecho. Fue bastante simpática. No volvimos a cruzar palabra alguna, sino hasta la secundaria.

Entré a la secundaria Ricardo Flores Magón, ella quedó en mi grupo. Era la quinta de la lista y yo el 49. Como siempre he sido, pocas veces le hablé por timidez. Cuando me dirigía a ella lo hacía como si fuera una mujer adulta, lo hacía de forma seria. Ella fue la primera mujer a la que le dije que me parecía muy linda. Recuerdo en un receso que me acerqué a ella y le dije: “Con todo respeto, eres muy linda”. Me vio a los ojos y lanzó una sonrisa con todos sus dientes al tiempo que decía, gracias.

Como esa sonrisa que me miraba al levantarme del piso donde recogía las baterías aquella noche que salí a correr. Era verdad que estaba allí, casi a media noche, mirando cómo recogía las baterías del suelo y frente al mismo edificio de la secundaria donde le dije que era muy linda. Fue inconfundible su sonrisa y sus delicadas piezas de mujer que destellaban ternura, como todas las mañanas en que la seguía con la mirada hasta su salón al pasar por el patio cívico de la primaria, yo; sentado en las gradas de frente al asta bandera. 

Me sentí apenado por un momento. No muchas personas recogen baterías del suelo para evitar la contaminación por metales pesados. Ella, con su sonrisa desplegada, la recibí con un “hola, buenas noches”. Platicamos un momento recordando las amistades de aquella época. Resulta que ella se casó con chico que era mi compañero de la primaria y tienen un varón como hijo. El azar es tan caprichoso. Honestamente, nunca me enamoré de ella. Eso creo. Nunca sentí sentimientos hacía ella, salvo la atracción de esa ternura que siempre la acompaña, como una sombra alegre sobre sí misma. 

Mientras hablábamos, pasaba cada batería por mis dedos, estaba algo nervioso por el encuentro. Puedo decir que no soy tan común, si no me preocupara cada batería que está en el suelo de la Tierra, me hubiera seguido de largo y no hubiese tenido ese encuentro ni ese momento bochornoso. Supongo que a ella no le dio importancia. No debería haberme sentido así, pero seguro se fue pensando que me dedicaba a recoger cosas del suelo.  En fin, me gusta encontrarme viejas amistades, porque me gusta disfrutar de un sentimiento añejo que sólo se recobra cuando precede del: “te acuerdas cuando…”. 

Quino
Derechos Reservados © 2013; Ley Federal del Derecho de Autor: véanse en especial artículos 3°, 4°, 5°, 11, 12, 13 y 17 de la misma ley. Estados Unidos Mexicanos.